miércoles, febrero 09, 2011

El agua como espejo: el juego de reflejos en Muerte sin fin de José Gorostiza

La poesía, al penetrar en la palabra, la
descompone, la abre como un capullo
a todos los matices de la significación
José Gorostiza (1901-1973) en su poema Muerte sin fin (1939) va construyendo un entramado –en principio confuso- en su mayoría con versos endecasílabos el cual es narrado desde un yo lírico quien desde el inicio exclama:
LLENO de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga
Este es el comienzo de un tortuoso camino para el lector, que poco a poco descubrirá que con un vocabulario sencillo se van construyendo una serie de complejas imágenes que lo van a envolver lentamente en un mundo acuático:
Lleno de mí –ahito- me descubro
en la imagen atónita del agua
En el primer reflejo que se avizora en este poema, la voz poética del autor mexicano se descubre a sí misma en su propio reflejo en el agua, pero ya desde aquí y hasta el final del poema, comenzamos a “sentir” que esa humedad nos acompañará en todo el recorrido. La voz poética en este primer acercamiento nos describe al agua en movimiento:
Que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
Un desplome de ángeles caídos
A la delicia intacta de su peso,
Sin embargo, aún no lo sabemos, pero no estamos ante agua en libertad, como lo sería el mar o el agua producto de la lluvia lo que le interesa mostrarnos, no, lo que sorprende a la voz poética es lo que le va dando forma a esa agua:
Por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma
Este es su descubrimiento, sabemos que el agua existe en múltiples presentaciones (vapor, hielo, líquido), pero lo sorprendente en este caso en particular, además del agua en sí, es el envase en el que se encuentra. Esa agua en movimiento se está vaciando en un vaso. María Zambrano en Filosofía y poesía dice que “el poeta, en su poema crea una unidad con la palabra, esas palabras que tratan de apresar lo más tenue, lo más alado, lo más distinto de cada cosa, de cada instante”, en José Gorostiza la voz poética se detuvo a contemplar un vaso de agua desde el momento en que es llenado, por lo que presenta su vaso de agua, el que es ya distinto de cualquier vaso y el agua en ese vaso:
En él asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
[...]
en la red de cristal que la estrangula,
allí como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota con gota
En su libro El agua y los sueños Gastón Bachelard dice que “La imaginación inventa algo más que cosas y dramas, inventa la vida nueva, inventa el espíritu nuevo; abre ojos que tienen nuevos tipos de visión”, en este poema, el agua habita ese vaso atada gota con gota, es en esta apertura, lo que hace que la voz poética de Gorostiza nos muestre una faceta diferente que “descubre” otra realidad del agua en un vaso, desde esta dimensión exploramos un análisis con elementos religiosos y en ocasiones hasta filosóficos. En algún momento del poema se realiza una comparación de la relación de Dios con el hombre, comparándolo con su vaso:
aunque se llama Dios,
no sea sino un vaso
que nos amolda el alma perdidiza,
Y aquí es donde vemos que arranca el juego donde quedamos ya inmiscuidos directamente en estas reflexiones; si al comienzo decíamos que era un yo el que narraba, ahora esa misma voz dice “nos amolda”, por lo que de pronto ya compartimos su “escenario”, pero ¿a quiénes amolda? creemos que a la voz que canta y al lector. Desde este momento y en adelante el poema utiliza frecuentemente ese pronombre, ya no podemos salir, casi sin percibirlo a través de ese “nos” ya somos parte de ese universo que se encuentra inmerso y a la vez contempla cómo emergen de un vaso de agua ideas que se van dispersando en distintos rumbos, lo que le otorga cierta independencia y nos ata a él por que:
Es un vaso de tiempo que nos iza
en sus azules botareles de aire
y nos pone su máscara grandiosa,
ay, tan perfecta,
que no difiere un rasgo de nosotros
Ya somos “nosotros”, los que caímos en un juego de espejos, estos espejos que tal vez reflejan nuestras ideas religiosas sobre Dios y sobre la situación del hombre ante Él, vemos:
Como un espejo del revés, opaco,
que al consultar la hondura de la imagen
le arrancara otro espejo por respuesta.
Mirad con qué pueril austeridad graciosa
distribuye los mundos en el caos,
los echa a andar acordes como autómatas
El vaso de agua se ha convertido ya en nuestro espejo y nos encontramos enfrente de él, y ese espejo a su vez nos refleja otra realidad, la que se desarrolla dentro del vaso de agua, vamos de reflejo en reflejo, pero ese reflejo no es el mismo para todos. Bachelard señala que “Imágenes tan grandes marcan para siempre el inconsciente que gusta de ellas y suscitan ensoñaciones sin fin”. Ante estas ensoñaciones nos enfrentamos, que se han convertido ya en nuestras, tan infinitas como el reflejo de un espejo en otro espejo, las cuales resultan de contemplarnos en ese vaso de agua, que nos devuelve nuestra propia imagen, sólo que ya transfigurada por otras vivencias.
Bachelard apunta además que “El agua hincha los gérmenes y hace surgir las fuentes. El agua es una materia que por todas partes vemos nacer y crecer”, sin embargo en Gorostiza, el agua está contenida en un vaso de agua, en este caso, los gérmenes que manan de él son los reflejos de nuestra existencia, al estar inmersos dentro de ese vaso bajo el agua ahí contenida, descubrimos que:
Mas nada ocurre, no, sólo este sueño
desorbitado
que se mira a sí mismo en plena marcha
En este vaso contemplamos una “muerte sin fin de una obstinada muerte”, en donde estamos frente a frente con nuestra realidad humana: la de una muerte inminente, que puede ocurrir en cualquier momento, lo cual provoca que la voz poética exclame:
¡oh inteligencia, soledad en llamas!
que lo consume todo hasta el silencio
Esta misma inteligencia (descubrimiento de la irremediable condición humana) en unos versos más adelante se transforma en: “¡oh inteligencia, páramo de espejos!”, al quedar expuesta ya por la voz poética de Gorostiza, la inteligencia se ha convertido en un lugar frío y desamparado lleno de espejos los cuales nos van mostrando sus crueles realidades.
Muerte sin fin es un poema muy extenso, en ocasiones agotante, que a pesar de su longitud y contundencia logra mantener una firme línea conductora; María Zambrano señala que “la unidad y la gracia que el poeta halla como fuente milagrosa en su camino, son regaladas, descubiertas de pronto y del todo, sin rutas preparatorias, sin pasos ni rodeos", en Gorostiza tenemos que esta unidad se logra gracias a los versos que va repitiendo a todo lo largo del poema, las mismas imágenes, las retoma en otro momento y las amplía, como el constante vaivén de las olas del mar, en un punto comienza con una imagen que va creciendo en el transcurso de los versos que la siguen, luego desciende, más adelante la retoma y vuelve a hacerla crecer, sólo que con otro sentido, cambiando un poco el imaginario, posteriormente desciende, y así sucesivamente.
Hay palabras que utiliza con frecuencia, por citar algunos ejemplos: rosa, azul, transparencia, por supuesto, vaso, agua, cristal, reflejo, espejo, muerte, vida, Dios, etc., como lo manifiesta Bachelard “la mano trabajadora e imperiosa aprende la dinamogenia esencial de lo real al trabajar una materia que a la vez resiste y cede como una carne amante y rebelde”. Las palabras encuentran en la mano de Gorostiza un poder que les permite ir penetrando todo lentamente; las palabras de todos los días después de ser tocadas por su voz poética son como esas gotas de agua que de una en una pueden llenar un vaso, estando ya todas juntas, el poeta al descubrirlas las distingue, se convierten en algo más que la descripción de un vaso de agua, son ahora un espejo, un espejo de palabras en el que nos podemos ver y al vernos, nos obliga a reflexionar sobre nuestra propia existencia.



La dinamogenia es el conjunto de movimientos motores, libres y enérgicos que manifiestan actividad, vida iniciativa y optimismo, consultado en http://www.grafoanalisis.com/nocion_inhibicion_dinamogenia.htm.

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