martes, marzo 08, 2011

Imaginando su muerte: Manuel Gutiérrez Nájera y Luis Cernuda

El poeta se basta con hacer poesía,
para existir; es la forma más pura de
realización de la esencia humana
María Zambrano

La muerte es un misterio ancestral, la cual ha sido abordada desde diferentes perspectivas: religiosa, filosófica, científica, literaria, etc. En un sentido general podríamos definirla como el término de la vida o el final de una existencia. Hay muchas causas que provocan la muerte (incluso se ha dicho que algunas personas están como “muertas en vida”), existen otras tantas formas de ocasionar la muerte, incluso ha sido el tema principal de innumerables obras, en incontables autores, entre los cuales podemos mencionar, sólo por citar algunos a William Shakespeare y Juan Rulfo.

A través del transcurso de los siglos se ha hablado, escrito, opinado, temido e incluso adorado (no olvidemos que existen grupos que tienen culto por la que denominan “santa muerte”); sin embargo, y para el beneplácito general han quedado algunos registros desde los albores de la humanidad. Ya los griegos incluían este tema en sus obras, en una perspectiva completamente diferente a como la vemos hoy en día.

En nuestro caso, nos detendremos en analizar algunas similitudes que encontramos en los poemas Para entonces (1887) del mexicano Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895); y en el poema V de Donde habite el olvido (1932-1933) del español Luis Cernuda (1904-1963). Aunque nos enfocaremos en una exploración más detenida en el poema del escritor mexicano.

Manuel Gutiérrez Nájera es considerado el precursor del modernismo en la literatura en Hispanoamérica, sólo que hasta después de su muerte fue recopilada su obra y reconocidos sus aportes. Por su parte, Luis Cernuda nació en Sevilla, España, y fue un integrante de lo que se denomina la “Generación del ‘27”; la cual estuvo compuesta de excelentes poetas entre los que destacaron Federico García Lorca y Vicente Aleixandre, quienes retomaron algunas de las ideas del romanticismo de Bécquer en medio de la división política de su país y crearon algunos de los más bellos poemas en la lengua española.

En Gutiérrez Nájera y Cernuda la voz poética imagina la manera en que les gustaría que llegara su muerte. Más allá de que ambos poemas están compuestos de cuatro estrofas con cuatro versos cada una, (en el caso de Cernuda tenemos que la última estrofa tiene cinco versos), se puede observar que ambos inician sus poemas con el verbo querer en primera persona de presente de indicativo: Quiero.

Como un dato interesante, se sabe que ambos poetas tuvieron en alguna parte de sus existencias la influencia o, mejor dicho, leyeron la obra de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870, España), a quien se considera uno de  los exponentes fundamentales del romanticismo en la lengua española, quien escribió en su poema LXIX:
Al brillar un relámpago nacemos,
y aun dura su fragor cuando morimos,
            ¡Tan corto es el vivir!

La gloria y el amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos
            ¡Despertar es morir!

En este pequeño poema se habla de lo poco que dura la vida humana, la cual es comparada con la duración de un relámpago, y en ese lapso tan corto de tiempo corremos tras la gloria y el amor, que son vistos como sombras de un sueño. La palabra sueño es recurrente en estos tres autores cuando hablan de morir. En ellos morir es como dormir.

Los 16 versos que conforman el poema Para entonces son endecasílabos, además poseen una rima consonante, por su parte Cernuda utiliza el verso libre.

En el poema Para entonces Gutiérrez Nájera escribe:
QUIERO MORIR cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo;
donde parezca sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.

En esta primer estrofa el poeta manifiesta que le gustaría terminar sus días al atardecer, en el mar y en una posición que le haga parecer que está durmiendo, por el contrario el poeta español escribe en el V:
Quiero, con afán soñoliento,
Gozar de la muerte más leve
Entre bosques y mares de escarcha,
Hecho aire que pasa y no sabe.

Aquí la voz poética desea disfrutar de su muerte, al igual que el poeta mexicano quiere que cuando eso ocurra sea tan despacio y lentamente para no sentirla.

En la estrofa de Gutiérrez Nájera se “siente” una suavidad en el movimiento implícito que genera la evocación de las olas del mar, porque al estar en “alta mar con la cara al cielo”, nos encontramos ante un hombre acostado sobre el agua, flotando... como descansado el cuerpo sobre el agua. En la primer estrofa de Cernuda el movimiento se presenta en el aire, en los bosques, como algo etéreo.

En el último verso de esta primera estrofa encontramos una alusión religiosa justo del momento en que fallecería, sólo que en el poema de Gutiérrez Nájera dice “y el alma, un ave que remonta el vuelo”, por su parte, Cernuda expresa la misma idea, sólo que sin la connotación religiosa, al decir “hecho aire que pasa y no sabe”[.

         Aunque la idea de suicidio ronda en ambos poetas, el autor mexicano prefiere que ocurra durante su juventud: “Morir, y joven”, cabe mencionar que falleció a la temprana edad de 36 años. El poeta español desearía que fuera por sus manos, “mientras siento las venas que se enfrían”, lo que nos refiere a desangrarse.

         A lo largo del poema del escritor mexicano encontramos alusiones a la naturaleza, el uso de la metáfora comparando el momento del último suspiro con el sol cuando se pierde en el horizonte marino es muy bello:
Y ser como ese sol que lento expira:
Algo muy luminoso que se pierde.

         El ímpetu inicial en Para entonces, poco a poco va cediendo, cuando comienza a expresar cómo serían sus instantes finales las pausas imprimen un tono dramático, por ejemplo, con el juego en los diferentes usos fonéticos de la letra “r” en el verso “sus áureas redes de la onda verde", al referirse al momento en que la luz va desapareciendo de la superficie del mar, otro caso es el empleo de las comas, las cuales al separar al sustantivo de su adjetivo y verbo crean un arrastre que provocan cierta nostalgia: “Morir cuando la luz, triste, retira”.

PARA ENTONCES
V
          QUIERO MORIR cuando decline el día,
             en alta mar y con la cara al cielo;
             donde parezca sueño la agonía,
             y el alma, un ave que remonta el vuelo.
  
b        No escuchar en los últimos instantes,
               ya con el cielo y con el mar a solas,
             más voces ni plegarias sollozantes
            que el majestuoso tumbo de las olas.

         Morir cuando la luz, triste, retira
         sus áureas redes de la onda verde,
         y ser como ese sol que lento expira:
         algo muy luminoso que se pierde.

         Morir, y joven: antes que destruya
         el tiempo aleve la gentil corona;
         cuando la vida dice aún: soy tuya
         aunque sepamos bien que nos traiciona!
1887
Quiero, con afán soñoliento,
Gozar de la muerte más leve
Entre bosques y mares de escarcha,
Hecho aire que pasa y no sabe.

Quiero la muerte entre mis manos,
Fruto tan ceniciento y rápido,
Igual al cuerno frágil
De la luz cuando nace en el invierno.

Quiero beber al fin su lejana amargura;
Quiero escuchar su sueño con rumor de arpa
Mientras siento que las venas que se enfrían,
Porque la frialdad tan sólo me consuela.

Voy a morir de un deseo,
Si un deseo sutil vale la muerte;
A vivir sin mí mismo de un deseo,
Sin despertar, sin acordarme,
Allá en la luna perdido entre su frío.

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