sábado, marzo 26, 2011

La inmensidad íntima de Gabriel Zaid

Vale más presentar una sola imagen en toda
una vida que producir obras voluminosas
Ezra Pound

El cantautor de origen español Alejandro Sanz en una de las canciones dice “tú eres el sol que no se deja ver”, lo que evoca en mi mente los versos de los poemas de Reloj de sol de Gabriel Zaid en los que figura el astro rey de nuestro sistema planetario.

Y efectivamente, es cierto, al sol no lo podemos ver a simple vista, el intentar hacerlo nos daña los ojos, los cuales se cierran al intentarlo. El centro de nuestro sistema solar se da el lujo de regirnos: su ubicación determina nuestro tiempo, incluso lo que vestimos, también vamos sintiendo su ímpetu a cada instante en nuestra vida cotidiana, su presencia en ocasiones nos molesta, otras veces es agradable, sin embargo, en la voz poética de Zaid ese mismo sol, nos recuerda al “Sol de Monterrey” despeinado y dulce,/claro y amarillo, que en Alfonso Reyes es un tierno recuerdo de la infancia, en Reloj de sol se convierte en una presencia que llega a existir de diferentes formas.

Gabriel Zaid (Monterrey, 1934) obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1972, además colaboró con Octavio Paz en la revista Vuelta y ha publicado libros de poemas y ensayos. Se dice que no le gusta dar entrevistas ni dejarse fotografiar, pero más allá de sus aversiones y su presunto nacimiento en Austria, su obra poética sobresale por su sencillez, en su mayoría sus versos son breves, y aún los que tienen un poco más de extensión poseen cierta fluidez que les permite ser leídos con facilidad. A pesar de la aparente rapidez con que se leen los poemas de Zaid, descubrimos que se encuentran dotados de cierta cadencia llena de un humor irónico, el que, aunque nos haga reír, también nos hace reflexionar sobre todo aquello que se esconde detrás de esas pocas palabras.

La voz poética de este autor en Reloj de sol anda por las calles y observa el efecto del sol a su alrededor. Algunos poemas son juguetones, realizan malabares con las palabras, las cuales van vibrando al compás de un ritmo cadencioso, que en algunas ocasiones llega a ser jocoso, además se encuentra provisto de cierta ironía, lo cual puede ser apreciado en el brevísimo poema “Muchachas madrugadoras”:

El sol sale a barrer

las sombras del pueblo.

Las penas

con sol

son menos.

Si la frase conocida dice: “las penas con pan son menos”, y aquí se dice que es “con sol” como se hacen menos, nos recuerda lo que menciona Gastón Bachelard en su libro La poética del espacio, en el cual explica que:

"Los poetas nos ayudarán a descubrir en nosotros un goce de contemplar tan expansivo, que viviremos, a veces, ante un objeto próximo, el engrandecimiento de nuestro espacio íntimo"

Y es así como nos encontramos con un sol que estalla o se presenta como el avasallamiento de un huracán o pisoteando lo que está debajo de él, tal como lo apreciamos en los breves poemas “Oleajes”, “Sol sobre Míkonos” y “Fábula de Narciso y Ariadna”, en ellos la amplitud de los paisajes que nos muestran en sus imágenes son como lo menciona Gastón Bachelard :

"... la contemplación de la grandeza determina una actitud tan especial, un estado de alma tan particular que el ensueño pone al soñador fuera del mundo próximo, ante un mundo que lleva el signo de un infinito"

Este infinito logra “sentirse” en el caso de los dos primeros poemas, en unos pocos versos, ya que el último que se mencionó es mucho más extenso. En “Sol sobre Míkonos” podemos apreciar que:

Un huracán de sol desmantela las casas.

La isla, dando tumbos, pierde sus velas blancas.


Ya nada se distingue: ciego silbar de luz.

El mundo, incandescente, se vela.

Un círculo de sol, sol de San Telmo

coronado el naufragio, es todo lo que queda.
Ahí estamos, a través de sus palabras podemos ver ese “huracán de sol” que no deja ver, es tan fuerte que todo lo llena con su “ciego silbar de luz”, se percibe como una contemplación individual de algo que cualquiera puede ver, pero no todos saben describir en esa magnitud.

En cada verso vamos admirando desde un punto pequeño, un amplio panorama, que sólo puede ser abarcado por el sol. En este momento es en el cual se distingue el contraste, el saber que el hombre es diminuto ante la grandeza del mundo que lo rodea, lo que nos lleva a vivir en ese mundo inmenso como algo muy íntimo. La voz poética de Zaid nos ubica ante esa inmensidad íntima de la que habla Bachelard:

"La inmensidad está en nosotros. Está adherida a una especie de expansión de ser que la vida reprime, que la prudencia detiene, pero que continúa en la soledad. En cuanto estamos inmóviles, estamos en otra parte; soñamos en un mundo inmenso. La inmensidad es el movimiento del hombre inmóvil"

Esa inmensidad que todos tenemos, según la descripción que presentamos de Bachelard, la vemos reflejada en el poema “Oleajes”:

EL sol estalla:

se derrumba

a refrescarse en tu alegría.

Revientan olas de tu pecho.

Yo me baño en tu risa.

Olas altas y soles

de playas apartadas.

Tu risa es la Creación

feliz de ser amada

No hay descripción posible, ni palabras más exactas ante este poema, hay tanta luz cuando el sol se refresca en “tu alegría”, el sentimiento que surge es de estar ante algo gigantesco, en la intimidad de bañarse en “tu risa”. El sol es alegría desbordante, que todo inunda en “olas altas” y “playas apartadas”, estamos ante “oleajes” que irradian felicidad, sí se describe la sensación cuando contemplas lo que más amas.

Las palabras son sencillas, no encontramos alguna de la cual desconozcamos su significado, y a pesar de eso, se encuentran llenas de una magia que las envuelve gracias al orden que la voz poética les impuso, o ellas le reclamaron ese sitio, ¿cómo saberlo? Lo cierto, y es nuestro gozo, que ahí están, son nuestra realidad, y nos permiten vislumbrar nuevos horizontes, transformando su uso ordinario en imágenes llenas de luminosidad y energía.


Como efeméride el video de la canción El alma al aire de Alejandro Sanz:

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