sábado, marzo 12, 2011

Vivir entre dos mundos, apuntes generales a los sonetos de sor Juana Inés de la Cruz


La lectura de sor Juana debe hacerse frente

al silencio que rodea sus palabras
Octavio Paz

En los sonetos de sor Juana Inés de la Cruz nos enfrentamos en principio a un mundo que nos resulta extraño, muy diferente a lo que estamos acostumbrados a leer. Como regla general, sabemos que los sonetos están compuestos de endecasílabos con rimas perfectas; lo cual, ocurre en cada verso de esta poeta mexicana, sin embargo, es su manejo de las figuras retóricas lo que más cautiva, aunque de pronto parecieran intelegibles sus palabras; se convierte en necesario leer cada soneto varias veces, hasta que vamos encontrando la cadencia en cada verso, ese ritmo que los distingue, lo que los convierte en únicos. Y sí, cuando se llega a este punto ya podemos comenzar a disfrutar realmente del manejo de los opuestos, de los contrastes, por los cuales vamos emergiendo de la aparente confusión que creímos encontrar en la primera lectura y que ahora se nos manifiesta como todo un engranaje de palabras disímiles, que sólo en poesía son posibles de entretejer y nos regalan unas imágenes con el inconfundible sello de la “Décima musa”.

Sor Juana vivió durante el siglo XVII, en la Nueva España, que en esos años era un virreinato en América de lo que fuera el imperio español, y hoy en día le llamamos México. En esa época la lengua de ese imperio gozó de uno de sus niveles más altos, tenemos en las plumas de Góngora, Lope de Vega, Quevedo, y por supuesto, la misma sor Juana, entre otros, que escribieron en la lengua española excepcionales creaciones, dejando a la posteridad un rico acervo cultural en cada una de sus obras.

Nuestra poeta vivía en un claustro en el convento San Jerónimo en la ciudad de México, en el que podía disfrutar de sus libros, los que se convirtieron en amplios ventanales que le permitían estar al tanto del conocimiento que el hombre generaba del otro lado del mar, además, se le permitió participar de la vida de la corte virreinal. Octavio Paz menciona que:

"Las monjas de San Jerónimo, a semejanza de la mayoría de los conventos de Nueva España, llevaban “vida particular”, es decir, no observaban la regla de la vida en común: cada una vivía en su celda [...] los virreyes y sus acompañantes visitaban con frecuencia al convento y las monjas recibían a sus visitantes en el locutorio y aun en la sacristía, con el rostro descubierto. Se conversaba, se discutía, se componían y recitaban poemas, se descifraban acertijos y enigmas, se cantaba y se tocaba música profana."

Por lo que, sor Juana se encontraba entre sus dos mundos: el primero que le permitía cultivarse, conocer lo que se escribía, lo que al mismo tiempo acrecentaba sus conocimientos, y además, podía compartir su sabiduría con la gente de la corte del virreinato, durante esas tertulias que menciona Octavio Paz.

En sus versos, sor Juana va exponiendo imágenes utilizando palabras que en el uso cotidiano carecen de sentido tales como “engaño colorido”, “magisterio purpúreo” o en aquellos otros donde dice “sueño de los despiertos intricado”, “sombras necias”, “líquido humor”, esto es sólo una mínima muestra de la combinación que nos pareciera extraña, y en la voz de la poeta se convierten en verdades que se encontraban ocultas ante nuestros ojos, como lo dice ella misma “y solamente lo que toco veo”.

Al ir deleitándonos con el suave mecer de estos sonetos lo que es nombrado por la poeta se transforma lo imposible lo convierte en posible, lo inasible, lo podemos asir, lo innombrable, es nombrado, tenemos pues “mi corazón deshecho entre tus manos”, “bella ilusión por quien alegre muero”, “decrépito verdor imaginado”, “poner riquezas en mi entendimiento”, los juegos de palabras que son empleados por la poeta nos instalan ante una realidad distinta a la que conocemos, sentimos ese corazón deshecho entre esas manos, del que unos versos antes decía “pues ya en líquido humor viste y tocaste”, el sufrimiento es convertido en algo líquido, que se puede palpar, contrario a lo que en el mundo cotidiano significa sufrir, el sufrimiento no se puede tocar con las manos, pero al transfigurarlo en un corazón líquido, ya es posible entrar en contacto con él.

El juego de palabras empleado por sor Juana nos lleva a encontrarnos en un universo donde los opuestos conviven muy de cerca, tan cerca que conviven en el mismo verso “senectud lozana”, “sabe que estoy hacienda la deshecha”, “Amor empieza por desasosiego”.

Sor Juana nos transporta de un extremo de su mundo a otro, en algunos sonetos se nos informa que fueron escritos por encargo, dirigidos a personalidades de la época que fallecieron, algunos son dirigidos a gente conocida a la que alaba, algunos más fueron “encargos” que escribió felicitando, confesando amores o informando desdenes, algunos otros son reflexiones de su propia vida, acerca de la muerte, la vida, la vejez, estos tópicos que son tan comunes, que conforman cualquier conversación, pero que al ser tocados por la mano de la poeta se exclama “que es fortuna morirte siendo hermosa”, “Yo no estimo tesoros ni riquezas”, “sigan tu sombra en busca de tu día”.

Los sonetos de sor Juana Inés de la Cruz nos conducen por amplios caminos en los cuales vemos por doquier cómo las palabras cotidianas al fundirse lentamente al ritmo que imponen los endecasílabos, con su rima siempre perfecta, van surgiendo imágenes que de otro modo no serían posibles: sólo a través de la poesía se logran ver.

Soneto 152                                                            
Verde embeleso de la vida humana
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;

alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:

sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;

que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola muy interesante tu escrito, me parece que nos debes un soneto de la décima musa, por lo demás disfrute la lectura de tu Sor Juana.

Germán Antonio Hernández Salinas

Zambinella dijo...

Tienes razón Germán, incluiré un soneto. Gracias por la observación.

 

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