sábado, mayo 21, 2011

Comentarios al Diván del Tamarit de Federico García Lorca

La poesía es la voz de la desesperación, de la
melancolía y del amor a lo pasajero que no
se quiere consolar de perderlo y de perderse
El nombre de Federico García Lorca (Granada, 1898-1936) evoca al gran poeta español que perteneció a la llamada Generación del ’27 española, compuesta de grandes exponentes de la poesía en nuestro idioma, entre los que destacamos a Vicente Aleixandre y Luis Cernuda, entre otros.

En la voz poética de García Lorca se encuentran fundidas las dos Españas que a través de los siglos han coexistido, una tan católica y la otra tan mora. Son dos culturas, fueron dos lenguas que se fusionaron al calor de la convivencia de habitar el mismo espacio, al odiarse, al amarse, al abrirse y al cerrarse ante el desconocimiento de costumbres tan ajenas y distintas.

La tierra y el año en los que nació García Lorca coinciden con momentos que han sido de vital importancia en la historia de España. Granada, capital de Andalucía, es y ha sido un emblema turístico español, además en sus calles han ocurrido sucesos relevantes que nos llevan a recordar el antiguo Reino de Granada (1013-1492) en el cual radicó la grandeza del poderío árabe y musulmán en lo que hoy conocemos como España y en aquellos años sólo eran un montón de reinos dispersos por toda la península. Granada ha sido lugar de encuentro, de crecimiento y de una confluencia en múltiples sentidos.
Aunado a lo anterior, en 1898 los españoles pierden -la que fue su última colonia en América-, la isla de Cuba, lo cual, inevitablemente provoca un quiebre en la sociedad ante tal suceso, España ya había dejado de ser una potencia mundial.

Con estos antecedentes podemos apreciar que una época de crisis existencial se respiraba en España en los años que el pequeño Federico fue creciendo, a lo cual tendremos que agregar la terrible Guerra Civil en la que los españoles tuvieron que definir su futuro, al final de ésta, tuvieron la ascensión al poder de un gobernante absoluto a Francisco Franco; inmerso en toda esta vorágine política emerge una voz poética granadina que canta, llora, ríe, goza y sufre desde los confines de la riqueza del sincretismo de dos culturas tan opuestas en una realidad tan ajena.
El Diván del Tamarit (1936), (concluido en 1934 y publicado póstumamente). Un diván lo entendemos como la definición que presenta la Real Academia Española en su versión en internet:

"Colección de poesía de uno o varios autores, en alguna de las lenguas orientales, especialmente en árabe, persa o turco"

Este diván contiene 12 Gacelas y 9 Casidas, las cuales son conocidas denominaciones a diversas expresiones poéticas árabes, siendo las gacelas utilizadas en la poesía amorosa y las casidas, poemas monorrimos consonantes, corresponden a la forma de la poesía pre-islámica. Como lo menciona Guillermo Díaz-Plaja en su libro Hacia un concepto de la literatura española: “Lo español es un ejemplo de literatura espontánea, popular, legendaria, pintoresca” , en el caso de García Lorca retoma de su herencia poética la técnica que se empleaba desde la época de la conquista árabe en España, la cual otorga a estos poemas cierta sonoridad rítmica similar a una canción, que causa asombro por la suave cadencia que va adornando cada verso, “suenan” como una canción triste y las imágenes creadas ilustran esa tristeza.

Estos poemas, se alzan desde una primer persona del singular que desea algo siempre:

Yo quiero que el agua se quede sin cauce.
Yo quiero que el viento se quede sin valles.

Además las alusiones a la ciudad natal del autor, Granada, remiten a ese mundo tal vez trágico que le tocó presenciar siendo pequeño:

Todas las tardes en Granada,
todas las tardes se muere un niño.

El propio Díaz-Plaja, comenta sobre García Lorca: “es un andaluz profundo, ahincado en lo más esencial del espíritu bético, ha mostrado bien cuánto va de una a otra Andalucía. Sus tres ciudades son, como es sabido, Sevilla, Córdoba y Granada. Sevilla es la ciudad brillante y dionisíaca, luminosa y fresca”.

Esa ciudad llamada Granada que habita en los poemas del Diván no es alegre, suena a melancolía:

Granada era una luna
ahogada entre las yedras
[…]
Granada era una corza
Rosa por las veletas.

Díaz-Plaja además manifiesta que “Sólo el estado de soledad es estado de gracia poética; porque sólo ante el solitario se pueblan los mundos y los ultramundos ”, haciendo alusión al poeta granadino cita: “(Mi soledad sin descanso, ha podido decir una vez Federico García Lorca)”.

Esa “soledad sin descanso” se pasea por el Diván desde un yo lírico que canta sufriendo y vive llorando, y describe sus vivencias con desgarradoras frases:

Los muertos llevan alas de musgo.
El viento nublado y el viento limpio
son dos faisanes que vuelan por las torres
y el día es un muchacho herido.

Por su parte, el poeta ovetense Antonio Gamoneda en El cuerpo de los símbolos expresa que “La música es el estado original del pensamiento poético”, dicho pensamiento poético en el Diván refleja la tristeza de una voz que canta con ritmos suaves, lentos, acompasados, sobre los amores que no fueron y que nunca serán:

No te lleves tu recuerdo.
Déjalo solo en mi pecho,
Y la música que acompaña a este pensamiento poético va marcando su pauta acompañado de la /r/, en todos sus sonidos:

temblor de blanco cerezo
en el martirio de enero.

El sonido de la /r/, a veces fuerte, otorgando una cruda rudeza a los versos; otras tantas veces se siente suave, casi como un susurro, un lamento, un sonido lastimero que se va arrastrando en todos los versos:

Puedo ver el duelo de la noche herida
luchando enroscada con el mediodía.
Resisto un ocaso verde veneno
Y los arcos rotos donde sufre el tiempo

José Javier Villarreal en Góngora al otro lado del espejo. Una lectura de El Polifemo (Antecedentes y adelantados) explica que:

"La expresión única, total y globalizante que es el poema es la continuidad de la imagen, su vértigo presentificador, el erotismo conseguido, el cuerpo que se sueña en otro cuerpo o el mundo que se sueña en el poema. El lenguaje está traspasado por esta urgencia deseante, apasionante, que lo trastoca en canto; pero la imagen, la expresión poética, el hallazgo del poema, nos suspende en un abandono orgásmico que logra la continuidad, la unión de la visión poética, la erotización no sólo del lenguaje, sino de la realidad nombrada y, por ende, revelada en el poema. […] El tema puede ser cualquiera […] El objeto es la realidad presentada en el poema desde el poema mismo. El conocimiento que otorga el logos poético de la realidad con base a una memoria que se ve recargada por las fuerzas misteriosas de la palabra poética. Aquélla cuya esencialidad, lejos de comunicar, es revelar."

Es el caso de García Lorca en el Diván del Tamarit, nos revela la realidad que la voz poética padece, la cual es expresada en una sola dirección. Cada palabra va tejiendo esa unidad que guía todos los poemas, empleando la misma musicalidad heredada de los árabes que vivieron y conquistaron hace tantos siglos en España, y su influencia ha perdurado aunque con otros temas.

Las imágenes que se van sucediendo nos transportan hacia un mundo desolado, que se va perdiendo entre nieblas, llanto, sufrimiento y muerte, el yo lírico de García Lorca une a la música de los poemas de su tierra, con la triste realidad que padeció el hombre a lo largo de su vida.

Una triste realidad tristemente cantada, pero genialmente llevada al papel...


1 comentarios:

Mau dijo...

No sabes cómo te agradezco que nos ilustres en las diferentes facetas de la poesía, bética en este caso, almozárabe y mudéjar en casos imaginarios. Que diría por saber árabe antiguo y comparar...

Mr32d4

 

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